Wislawa Szymborska
(Texto publicado en el Nº1)
La bomba explotará en el bar a las trece veinte.
Ahora apenas son las trece y dieciséis.
Algunos todavía tendrán tiempo de salir.
Otros de entrar.
El terrorista ya se ha situado al otro lado de la calle.
Esa distancia lo protege de cualquier mal
y se ve como en el cine.
Una mujer con una cazadora amarilla: ella entra.
Un hombre con unas gafas oscuras: él sale.
Unos chicos con vaqueros: ellos están hablando.
Trece diecisiete y cuatro segundos.
Ese más bajo tiene suerte y sube a una moto,
y ese más alto entra.
Trece diecisiete y cuarenta segundos.
Una niña: ella va andando con una cinta verde en el pelo.
Sólo que de repente ese autobus la tapa.
Trece dieciocho.
Ya no está la niña.
Habrá sido tan tonta como para entrar, o no,
eso ya se verá cuando vayan sacando.
Trece diecinueve.
Y ahora como que no entra nadie.
En vez de entrar aún hay un gordo calvo que sale.
Pero parece que busca algo en sus bolsillos y
a las trece veinte menos diez segundos
vuelve a buscar sus miserables guantes.
Son las trece veinte.
Qué lento pasa el tiempo.
Parece que ya.
Todavía no.
Sí, ahora.
Una bomba: la bomba explota.
martes, 2 de junio de 2009
Un terrorista: él observa
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Etiquetas: Poesía
jueves, 19 de febrero de 2009
Bajo Nivel, por Julio Cortázar
Sección La Baulera
Texto publicado en el Nº 1
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Etiquetas: ensayos
viernes, 21 de noviembre de 2008
Contenidos
Sumario Nº 2
Editorial: Para habitar una independencia
Cuento Ficción: “Ceci, en la noche del milenio” de Alenjandra Laurencich
Contexto: “Literatura y Literalismo” por Edward Said
Gog y Magog
Rescate: “El esfuerzo” de Rafael Barrett
Cuento “Una gota” Dino Buzzati
Poesía: María José Sánchez Lesta/ Camila Goldman / Jorlanie/ Adriana Billone
Dossier Bernardo Jobson:
Introducción Dossier
Bernardo Jobson: Amigos
Dossier Bernardo Jobson: Entrevista
Dossier Bernardo Jobson: Cuento Ficción
Entrevista: Horacio Cacciabue
Reseñando cine, teatro y literatura
Cuento contemporaneo: “El baile” Roberto Sconza
La baulera: “El temerario joven del trapecio” William Saroyan
Sección: La gallina recomienda
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Editorial: "Para habitar una independencia"
por Hernán Bayón
“El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad”
Jacobo Fijman
“Para mí el hecho decisivo es que el intelectual es un individuo dotado de la facultad de representar, encarnar y articular un mensaje, una visión, una actitud, filosofía u opinión para y a favor de un público. Este papel tiene prioridad para él, no pudiendo desempeñarlo sin el sentimiento de ser alguien cuya misión es la de plantear públicamente cuestionas embarazosas, contrastar ortodoxia y dogma (más bien que producirlos), actuar como alguien al que ni los gobiernos ni otras instituciones pueden domesticar fácilmente, y cuya razón de ser consiste en representar a todas esas personas y cuestiones que por rutina quedan en el olvido o se mantienen en secreto. El intelectual actúa de esta manera partiendo de los siguientes principios universales: todos los seres humanos tienen derecho a esperar pautas razonables de conducta en lo que respecta a la libertad y la justicia por parte de los poderes o naciones del mundo; y: las violaciones deliberadas o inadvertidas de tales pautas deben ser denunciadas y combatidas con valentía.”
Independencia intelectual. En esto podríamos resumir el valor de nuestra actitud y el espacio donde el ser independientes es como nos construye y como nos construimos desde un lugar que no ofrece seguridades y mucho menos recompensas al valor intelectual. Lo sabemos y por eso lo elegimos desde la libertad que da edificar un espacio a la medida de nuestras ideas de verdad y justicia, de la literatura y lo social, y sobre todo, de nuestra voluntad de continuar y acercar y hacerse propio un lugar en el no lugar, en el arduo camino que enfrentamos desde la palabra hacia la utopía.
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Etiquetas: editoriales
Una gota, por Dino Buzzati
Una gota de agua sube por los peldaños de la escalera. ¿La oyes? Tendido en mi cama, en la oscuridad, escucho su secreto viaje. ¿Cómo hace? ¿Salta? Tic, tic, se oye con intermitencias. Después la gota se detiene, y suele no dar señales de vida por todo el resto de la noche. Sin embargo, sube. De escalón en escalón va subiendo, a diferencia de las otras gotas que caen perpendicularmente, obedeciendo la ley de gravedad, y al final hacen un pequeño chasquido, muy conocido en todo el mundo. Ésta no: poco a poco va subiendo la espiral de la escalera letra E del vastísimo inquilinato. No hemos sido nosotros, adultos, refinados, sensibilísimos, quienes la hemos descubierto. Ha sido una mucamita del primer piso, pálida, pequeña criatura ignorante. Lo advirtió una noche, muy tarde, cuando todos se habían ido ya a dormir. Al cabo de un rato no pudo contenerse, dejó la cama y corrió a despertar a la patrona. – ¡Señora –susurró-, señora! – ¿Qué pasa? –dijo la patrona despertándose –. ¿Qué sucede? –Hay una gota, señora, una gota que viene subiendo las escaleras.
-¡Una gota que sube los peldaños!- repitió la mucamita, y casi se puso a llorar. –Anda, anda –maldijo la patrona-, ¿estás loca? Vuelve a la cama, ¡vuelve a tu cama, march! Has bebido, ésa es la cuestión, desvergonzada. ¡Hace rato que siempre falta vino a la mañana en la botella! Cretina asquerosa, si crees...
Pero la muchachita había huido, ya estaba agazapada bajo las mantas. “Vaya a saber que se le habrá ocurrido a esta estúpida”, pensaba luego la patrona, en silencio, habiendo ya perdido el sueño. Y escuchando involuntariamente la noche que dominaba al mundo, también ella oyó el extraño sonido. Una gota subía las escaleras, positivamente.
Celosa del orden, por un instante la señora pensó en salir a ver. Pero ¿qué habría podido encontrar a la miserable luz de las lamparitas ennegrecidas que colgaban de la baranda? ¿Cómo hallar una gota en plena noche, con ese frío, en los peldaños tenebrosos?En los días siguientes, el rumor se esparció lentamente de familia en familia y ahora ya lo saben todos en la casa, aun cuando prefieren no hablar, como si fuera una necedad de la cual avergonzarse. Ahora, muchos oídos permanecen tensos, en la oscuridad, cuando cae la noche para oprimir al género humano. Y hay quien piensa en una cosa, hay quien piensa en otra. Algunas noches, la gota calla. Otras veces, en cambio, por muchas horas no hace más que desplazarse, arriba, arriba, se diría que nunca va a detenerse. Laten fuerte los corazones cuando el suave paso parece tocar el umbral. Menos mal, no se detuvo. Oigan, que se aleja, tic, tic, encaminándose hacia el piso de arriba. Sé sin lugar a dudas que los inquilinos del entrepiso creen estar ya al resguardo. La gota –creen ellos-ya pasó delante de sus puertas y no tendrá ocasión de molestarlos; otros, por ejemplo yo que estoy en el sexto piso, tienen ahora motivo de inquietud, ellos ya no. Pero ¿quién les dice que en las próximas noches la gota reemprenderá el viaje desde el punto a donde había llegado, o en cambio no recomenzará desde el principio su camino, iniciando el trayecto desde los primeros peldaños, húmedos siempre, ennegrecidos por la basura acumulada? No, ni siquiera ellos pueden considerarse seguros. A la mañana, saliendo de casa, se mira con atención la escalera por si quedó algún rastro. Como era previsible, nada, ni la más pequeña señal.
A la mañana, por otra parte, ¿quién sigue tomando en serio esta historia? Al sol de la mañana el hombre es fuerte, es un león, aunque pocas horas antes se acobardara. ¿O acaso los del entrepiso tendrán razón? Nosotros, que al principio no oíamos nada y que nos considerábamos inmunes, desde hace algunas noches también oímos algo. La gota está todavía lejos, es verdad. Hasta nosotros sólo llega un repiqueteo levísimo, eco triste a través de los muros. Sin embargo, es señal de que está subiendo y de que se aproxima cada vez más.Ni siquiera sirve dormir en una pieza interna, alejada de la espiral de la escalera. Más vale oír ese ruido, antes que pasar las noches en la duda de si está o no. Quien habita en esas habitaciones recónditas a veces no logra resistir, se desliza en silencio por los corredores y se queda inmóvil en la antecámara, detrás de la puerta, con la respiración contenida, escuchando. Si la oye, ya no se atreve a alejarse, esclavo de indescifrables miedos. Mucho peor es cuando todo está tranquilo: en este caso ¿cómo excluir que, apenas vuelto a acostarse, justamente entonces, comience el ruido? Qué extraña vida, pues. Y no poder reclamar, intentar soluciones ni encontrar una explicación que levante los ánimos. Y no poder ni siquiera persuadir a los otros, los de las otras casas, que no lo saben. Pero ¿qué puede ser esta gota –preguntan con exasperante buena fe –; acaso un ratón? ¿Un sapito salido de los sótanos? No, por cierto.Y entonces – insisten- ¿será acaso una alegoría? ¿Se pretende, digamos, simbolizar la muerte? ¿O algún peligro? ¿O el paso de los años? Nada, señores, nada: es simplemente una gota, sólo que sube las escaleras.O más sutilmente ¿se pretende representar los sueños y las quimeras? ¿Las tierras imaginadas y lejanas donde se presume que está la felicidad? ¿Algo poético, en suma? No, en absoluto. ¿O bien lugares más lejanos aún, en el confín del mundo, a los cuales nunca llegaremos? Pero no, les digo, no es una broma, no hay doble sentido, se trata ¡ay! precisamente de una gota de agua que, según se puede presumir, de noche sube las escaleras. Tic tic, misteriosamente, de peldaño en peldaño. Y por eso se tiene miedo.
(Dibujo: Sebastián Pardo)
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Etiquetas: cuentos
El esfuerzo, por Rafael Barrett
Sección El rescate
Poner pie en la playa virgen, agitar lo maravilloso que duerme, sentir el soplo de lo desconocido, el estremecimiento de una forma nueva: he aquí lo necesario. Más vale lo horrible que lo viejo. Más vale deformar que repetir. Antes destruir que copiar. Vengan los monstruos si son jóvenes. El mal es lo que vamos dejando a nuestras espaldas. La belleza es el misterio que nace. Y ese hecho sublime, el advenimiento de lo que jamás existió, debe verificarse en las profundidades de nuestro ser. Dioses de un minuto, qué nos importan los martirios de la jornada, qué importa el desenlace negro si podemos contestar a la naturaleza: -¡No me creaste en vano!
Es preciso que el hombre se mire y se diga: -Soy una herramienta. Traigamos a nuestra alma el sentimiento familiar del trabajo silencioso, y admiremos en ella la hermosura del mundo. Somos un medio, sí, pero el fin es grande. Somos chispas fugitivas de una prodigiosa hoguera. La majestad del Universo brilla sobre nosotros, y vuelve sagrado nuestro esfuerzo humilde. Por poco que seamos, lo seremos todo si nos entregamos por entero. Hemos salido de las sombras para abrasarnos en la llama; hemos aparecido para distribuir nuestra sustancia y ennoblecer las cosas. Nuestra misión es sembrar los pedazos de nuestro cuerpo y de nuestra inteligencia; abrir nuestras entrañas para que nuestro genio y nuestra sangre circulen por la tierra. Existimos en cuanto nos damos; negarnos es desvanecernos ignominiosamente. Somos una promesa; el vehículo de intenciones insondables. Vivimos por nuestros frutos; el único crimen es la esterilidad.
Nuestro esfuerzo se enlaza a los innumerables esfuerzos del espacio y del tiempo, y se identifica con el esfuerzo universal. Nuestro grito resuena por los ámbitos sin límite. Al movernos hacemos temblar a los astros. Ni un átomo, ni una idea se pierde en la eternidad. Somos hermanos de las piedras de nuestra choza, de los árboles sensibles y de los insectos veloces. Somos hermanos hasta de los imbéciles y de los criminales, ensayos sin éxito, hijos fracasados de la madre común. Somos hermanos hasta de la fatalidad que nos aplasta. Al luchar y al vencer colaboramos en la obra enorme, y también colaboramos al ser vencidos. El dolor y el aniquilamiento son también útiles. Bajo la guerra interminable y feroz canta una inmensa armonía. Lentamente se prolongan nuestros nervios, uniéndonos a lo ignoto. Lentamente nuestra razón extiende sus leyes a regiones remotas. Lentamente la ciencia integra los fenómenos en una unidad superior, cuya intuición es esencialmente religiosa, porque no es la religión la que la ciencia destruye, sino las religiones. Extraños pensamientos cruzan las mentes. Sobre la humanidad se cierne un sueño confuso y grandioso. El horizonte está cargado de tinieblas, y en nuestro corazón sonríe la aurora.
No comprendemos todavía. Solamente nos es concedido amar. Empujados por voluntades supremas que en nosotros se levantan, caemos hacia el enigma sin fondo. Escuchamos la voz sin palabras que sube en nuestra conciencia, y a tientas trabajamos y combatimos. Nuestro heroísmo está hecho de nuestra ignorancia. Estamos en marcha, no sabemos adónde, y no queremos detenernos. El trágico aliento de lo irreparable acaricia nuestras sienes sudorosas.
Fue desterrado, primero al Matto Grosso y después a Montevideo.
En 7 años produjo toda su obra. Es autor de textos como La huelga (1908), Lo que son los yerbales paraguayos (1910) y El terror argentino (1910), entre muchos otros. Sus escritos, ensayos y conferencias están compilados en tres tomos que reúnen sus Obras completas, editados por el Centro Editor de América Latina (CEAL). Murió en Arcachon con 34 años, el 17 de diciembre de 1910.
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Etiquetas: ensayos
sábado, 1 de noviembre de 2008
¿Quiénes somos?
¿Quiénes hacemos La Gallina Degollada? Un grupo de lectores fervorosos y polemizadores inveterados: como tales, exploramos temas que no suelen encontrarse en ninguna agenda de medios pero que –con algo de suspicacia-, evaluamos como imprescindibles para poder pensar la realidad por nosotros mismos.
Consecuentes con esta búsqueda en los márgenes, en las omisiones, en la otredad a la que el status quo confina a ciertos artistas e intelectuales, desde esta revista nos proponemos publicar a escritores jóvenes y no tan jóvenes, consagrados o inéditos; rescatar autores olvidados, y promover un espacio crítico en relecturas y debates de diversos corpus de pensamiento.
Creemos en la búsqueda de la grandeza literaria y en el valor de la palabra, que utilizamos como únicos criterios de selección del material. Juzgamos, como Lukacs, que todo gran arte es realista en cuanto es un reflejo de la realidad, y no nos referimos al estilo, sino a la actitud frente a la realidad; coincidimos también con él, en que la literatura no debe renunciar a su fisonomía universal y pluridimensional, por lo que los medios artísticos y técnicos no se deben convertir en su objetivo absoluto.
Tenemos, entonces, la responsabilidad de defender nuestra visión estética y política del mundo. Como bien escribió Nietzsche, nuestra palabra aún a riesgo de rompernos.
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