por Hernán Bayón
“El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad”
Jacobo Fijman
Dicen, que el primer paso es el más importante, que mas allá de sus imperfecciones o no, ese primer movimiento comienza la dirección de un acto de voluntad único, genuino y personal. Se suele observar también, que el problema no es ese primer paso, sino el que le sigue, aquel que tiende a reforzar esa voluntad y marcar los siguientes pasos bajo la firmeza de esa primera intención que vuelve a elegirse, que vuelve a existir ligada a la conciencia de saber que ya no se puede volver a atrás. O por lo menos que ya no se puede volver atrás de la misma manera, sin haberse uno transformado íntimamente en esa experiencia. Nosotros los que integramos La Gallina creemos que ya dimos ese primer paso, y que este segundo que ahora damos trae los cambios que toda experiencia marca en la raíz de nuestra manera de ver y sentir el mundo, de situarnos en la historia. Es decir, hablamos de filosofía y de historia, de política y literatura, pero por sobre todo hablamos de esa enorme responsabilidad, de ese inabarcable misterio luminoso y terrible que es la vida en todas sus formas. A decir verdad, como cualquier lector puede darse cuenta, desde nuestro primer número ya ha pasado cierto tiempo y han cambiado algunas cosas, lo cual deja a la revista en un nuevo marco de situación en relación a su génesis original. Esto es: vamos a seguir existiendo con una nueva forma material pero bajo la misma línea editorial. Eso es todo. Las razones son variadas y abarcan desde los condicionamientos financieros y materiales como la necesidad de reorganizar el cuerpo de la revista con el propósito de ganar mayor organicidad en los contenidos. Lo cual nos lleva a agregar que tanto el sentido como la posibilidad de existencia de La gallina y sus mutaciones y condicionamientos sólo pueden pensarse desde un factor común: aquel que nos identifica con la difícil pero gratificante elección de construirnos como un medio independiente tanto en sus recursos como en su posicionamiento intelectual critico dentro de la industria cultural. Como un francotirador del sentido común y la estratificación de los discursos, nuestro proyecto se funda en la revalidación de una conciencia crítica. Lejos de los registros del nihilismo de ciertos escritores de moda creemos en la importancia del compromiso intelectual, de un análisis profundo de nuestra sociedad que no agote su campo en las doctrinas ni que desvincule las esferas de lo cultural y lo político como si la literatura formara parte o sucediera en un plano metafísico y los productos culturales se adquirieran con coloridos billetes de El estanciero. Y volviendo al compromiso del intelectual, en este sentido pensamos de manera similar a Edward Said cuando refiriéndose al intelectual escribe:
“Para mí el hecho decisivo es que el intelectual es un individuo dotado de la facultad de representar, encarnar y articular un mensaje, una visión, una actitud, filosofía u opinión para y a favor de un público. Este papel tiene prioridad para él, no pudiendo desempeñarlo sin el sentimiento de ser alguien cuya misión es la de plantear públicamente cuestionas embarazosas, contrastar ortodoxia y dogma (más bien que producirlos), actuar como alguien al que ni los gobiernos ni otras instituciones pueden domesticar fácilmente, y cuya razón de ser consiste en representar a todas esas personas y cuestiones que por rutina quedan en el olvido o se mantienen en secreto. El intelectual actúa de esta manera partiendo de los siguientes principios universales: todos los seres humanos tienen derecho a esperar pautas razonables de conducta en lo que respecta a la libertad y la justicia por parte de los poderes o naciones del mundo; y: las violaciones deliberadas o inadvertidas de tales pautas deben ser denunciadas y combatidas con valentía.”
Independencia intelectual. En esto podríamos resumir el valor de nuestra actitud y el espacio donde el ser independientes es como nos construye y como nos construimos desde un lugar que no ofrece seguridades y mucho menos recompensas al valor intelectual. Lo sabemos y por eso lo elegimos desde la libertad que da edificar un espacio a la medida de nuestras ideas de verdad y justicia, de la literatura y lo social, y sobre todo, de nuestra voluntad de continuar y acercar y hacerse propio un lugar en el no lugar, en el arduo camino que enfrentamos desde la palabra hacia la utopía.
“Para mí el hecho decisivo es que el intelectual es un individuo dotado de la facultad de representar, encarnar y articular un mensaje, una visión, una actitud, filosofía u opinión para y a favor de un público. Este papel tiene prioridad para él, no pudiendo desempeñarlo sin el sentimiento de ser alguien cuya misión es la de plantear públicamente cuestionas embarazosas, contrastar ortodoxia y dogma (más bien que producirlos), actuar como alguien al que ni los gobiernos ni otras instituciones pueden domesticar fácilmente, y cuya razón de ser consiste en representar a todas esas personas y cuestiones que por rutina quedan en el olvido o se mantienen en secreto. El intelectual actúa de esta manera partiendo de los siguientes principios universales: todos los seres humanos tienen derecho a esperar pautas razonables de conducta en lo que respecta a la libertad y la justicia por parte de los poderes o naciones del mundo; y: las violaciones deliberadas o inadvertidas de tales pautas deben ser denunciadas y combatidas con valentía.”
Independencia intelectual. En esto podríamos resumir el valor de nuestra actitud y el espacio donde el ser independientes es como nos construye y como nos construimos desde un lugar que no ofrece seguridades y mucho menos recompensas al valor intelectual. Lo sabemos y por eso lo elegimos desde la libertad que da edificar un espacio a la medida de nuestras ideas de verdad y justicia, de la literatura y lo social, y sobre todo, de nuestra voluntad de continuar y acercar y hacerse propio un lugar en el no lugar, en el arduo camino que enfrentamos desde la palabra hacia la utopía.
3 comentarios:
Este editorial da vergüenza ajena pero está muy bien que así sea.
Puedo comenzar a derribar alguna de las mentiras sutilmente dispersas en este texto introductorio pero de nada serviría.
Lo único que se puede pedir es desarrollar una conciencia crítica hacia adentro y no tanto hacia afuera, abandonar ese lujo intelectual de un clase media acomodado, cortar con la fastuosidad retórica de un heredero del pueblo argentino acaudalado. En definitiva, curar esta esquizofrenia.
Uff! Me mataste, aunque no entendí mucho. Lo de la conciencia crítica hacia adentro y no tanto hacia afuera lo entendí, aunque me sonó muy "terapia grupal" y esto es una revista, pero... lo de "un clase media acomodado" o "heredero del pueblo argentino acaudalado", ¿a quién te referís?
De paso, contános que te pareció el resto de la revista.
Claudia.
ciertamente la vida se basa en nada lo que tenemos en realidad no es nuestro y da verguenza que asi vivimos y morimos, pobre del que haga esta injusticia. dicho por mi hermana loca. jajajaja. chipfoose_performansjose@hotmail.com
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