viernes, 21 de noviembre de 2008

Una gota, por Dino Buzzati

Texto publicado en el Nº 2

Una gota de agua sube por los peldaños de la escalera. ¿La oyes? Tendido en mi cama, en la oscuridad, escucho su secreto viaje. ¿Cómo hace? ¿Salta? Tic, tic, se oye con intermitencias. Después la gota se detiene, y suele no dar señales de vida por todo el resto de la noche. Sin embargo, sube. De escalón en escalón va subiendo, a diferencia de las otras gotas que caen perpendicularmente, obedeciendo la ley de gravedad, y al final hacen un pequeño chasquido, muy conocido en todo el mundo. Ésta no: poco a poco va subiendo la espiral de la escalera letra E del vastísimo inquilinato. No hemos sido nosotros, adultos, refinados, sensibilísimos, quienes la hemos descubierto. Ha sido una mucamita del primer piso, pálida, pequeña criatura ignorante. Lo advirtió una noche, muy tarde, cuando todos se habían ido ya a dormir. Al cabo de un rato no pudo contenerse, dejó la cama y corrió a despertar a la patrona. – ¡Señora –susurró-, señora! – ¿Qué pasa? –dijo la patrona despertándose –. ¿Qué sucede? –Hay una gota, señora, una gota que viene subiendo las escaleras.
-¿Qué?- preguntó aturdida la otra.
-¡Una gota que sube los peldaños!- repitió la mucamita, y casi se puso a llorar. –Anda, anda –maldijo la patrona-, ¿estás loca? Vuelve a la cama, ¡vuelve a tu cama, march! Has bebido, ésa es la cuestión, desvergonzada. ¡Hace rato que siempre falta vino a la mañana en la botella! Cretina asquerosa, si crees...
Pero la muchachita había huido, ya estaba agazapada bajo las mantas. “Vaya a saber que se le habrá ocurrido a esta estúpida”, pensaba luego la patrona, en silencio, habiendo ya perdido el sueño. Y escuchando involuntariamente la noche que dominaba al mundo, también ella oyó el extraño sonido. Una gota subía las escaleras, positivamente.
Celosa del orden, por un instante la señora pensó en salir a ver. Pero ¿qué habría podido encontrar a la miserable luz de las lamparitas ennegrecidas que colgaban de la baranda? ¿Cómo hallar una gota en plena noche, con ese frío, en los peldaños tenebrosos?En los días siguientes, el rumor se esparció lentamente de familia en familia y ahora ya lo saben todos en la casa, aun cuando prefieren no hablar, como si fuera una necedad de la cual avergonzarse. Ahora, muchos oídos permanecen tensos, en la oscuridad, cuando cae la noche para oprimir al género humano. Y hay quien piensa en una cosa, hay quien piensa en otra. Algunas noches, la gota calla. Otras veces, en cambio, por muchas horas no hace más que desplazarse, arriba, arriba, se diría que nunca va a detenerse. Laten fuerte los corazones cuando el suave paso parece tocar el umbral. Menos mal, no se detuvo. Oigan, que se aleja, tic, tic, encaminándose hacia el piso de arriba. Sé sin lugar a dudas que los inquilinos del entrepiso creen estar ya al resguardo. La gota –creen ellos-ya pasó delante de sus puertas y no tendrá ocasión de molestarlos; otros, por ejemplo yo que estoy en el sexto piso, tienen ahora motivo de inquietud, ellos ya no. Pero ¿quién les dice que en las próximas noches la gota reemprenderá el viaje desde el punto a donde había llegado, o en cambio no recomenzará desde el principio su camino, iniciando el trayecto desde los primeros peldaños, húmedos siempre, ennegrecidos por la basura acumulada? No, ni siquiera ellos pueden considerarse seguros. A la mañana, saliendo de casa, se mira con atención la escalera por si quedó algún rastro. Como era previsible, nada, ni la más pequeña señal.
A la mañana, por otra parte, ¿quién sigue tomando en serio esta historia? Al sol de la mañana el hombre es fuerte, es un león, aunque pocas horas antes se acobardara. ¿O acaso los del entrepiso tendrán razón? Nosotros, que al principio no oíamos nada y que nos considerábamos inmunes, desde hace algunas noches también oímos algo. La gota está todavía lejos, es verdad. Hasta nosotros sólo llega un repiqueteo levísimo, eco triste a través de los muros. Sin embargo, es señal de que está subiendo y de que se aproxima cada vez más.Ni siquiera sirve dormir en una pieza interna, alejada de la espiral de la escalera. Más vale oír ese ruido, antes que pasar las noches en la duda de si está o no. Quien habita en esas habitaciones recónditas a veces no logra resistir, se desliza en silencio por los corredores y se queda inmóvil en la antecámara, detrás de la puerta, con la respiración contenida, escuchando. Si la oye, ya no se atreve a alejarse, esclavo de indescifrables miedos. Mucho peor es cuando todo está tranquilo: en este caso ¿cómo excluir que, apenas vuelto a acostarse, justamente entonces, comience el ruido? Qué extraña vida, pues. Y no poder reclamar, intentar soluciones ni encontrar una explicación que levante los ánimos. Y no poder ni siquiera persuadir a los otros, los de las otras casas, que no lo saben. Pero ¿qué puede ser esta gota –preguntan con exasperante buena fe –; acaso un ratón? ¿Un sapito salido de los sótanos? No, por cierto.Y entonces – insisten- ¿será acaso una alegoría? ¿Se pretende, digamos, simbolizar la muerte? ¿O algún peligro? ¿O el paso de los años? Nada, señores, nada: es simplemente una gota, sólo que sube las escaleras.O más sutilmente ¿se pretende representar los sueños y las quimeras? ¿Las tierras imaginadas y lejanas donde se presume que está la felicidad? ¿Algo poético, en suma? No, en absoluto. ¿O bien lugares más lejanos aún, en el confín del mundo, a los cuales nunca llegaremos? Pero no, les digo, no es una broma, no hay doble sentido, se trata ¡ay! precisamente de una gota de agua que, según se puede presumir, de noche sube las escaleras. Tic tic, misteriosamente, de peldaño en peldaño. Y por eso se tiene miedo.

(Dibujo: Sebastián Pardo)

1 comentarios:

Anónimo dijo...

quien me dice una alegoría sobre este cuento

 
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